El miércoles 26 de junio del 2002, pocos meses después del Argentinazo, la Asamblea de Trabajadores Ocupados y Desocupados (ANT) votó una gran jornada de lucha, que consistía en varios cortes a los accesos en la Ciudad de Buenos Aires. Se programaron cortes en el Puente de la Noria, en Panamericana, en Liniers, en Puente Pueyrredón y en Puente Uriburu, el histórico Alsina que llevaba en aquel tiempo el nombre del militar golpista y hoy se llama Ezequiel Demonty, joven asesinado por la Federal en el Riachuelo en 2002.
El gobierno de Duhalde, que asumió después de la caída del gobierno de la Alianza, prometía en los días y horas previas limpiar las rutas de piqueteros. Tenía como objetivo imponer “la ley y el orden” para poder llevar adelante el plan financiero del FMI y durar hasta septiembre del 2003.
En todos estos lugares las fuerzas de represión del Estado se presentaron dispuestas a reprimir, pero el conflicto estalló especialmente en dos cortes: En el Puente Pueyrredón, con el saldo de la Masacre de Avellaneda, que consistió en el asesinato a manos de la bonaerense de los compañeros Kosteki y Santillán de la Aníbal Verón, el ataque con balas de plomo a las columnas del Polo Obrero y Asambleas barriales, lo que produjo varios heridos, y en el Puente Uriburu, sitio que nos ocupa, donde los compañeros lograron resistir y retroceder hasta lograr una dispersión sin detenidos ni muertos, en el cuadro de una represión feroz y criminal ordenada por el gobierno de Duhalde.
Ese día, al Puente Uriburu concurrieron delegaciones del joven Polo Obrero de la Capital, compuestas por compañeros de Parque Patricios, Bajo Flores, Soldati y también de casas ocupadas, acompañados por una delegación del Partido Obrero estudiantil de Filosofía y Letras. También asistieron, entre otros, el MTL, la agrupación Barrios de Pie y obreros de la fábrica Brukman, que funcionaba bajo control obrero (una de las fábricas recuperadas más importantes de la etapa). La cita fue a las 12:00hs en la iglesia de Pompeya, situada a tres cuadras del puente.
Todos los asistentes estaban avisados de la posible gravedad de la situación, se prohibió la asistencia de niños y de toda persona que no pudiera escapar por sus propios medios. Pero, a pesar de todo, los compañeros del Polo marchaban firmes a cumplir con las resoluciones de la ANT.
Cuando la marcha comenzó su corta trayectoria, las radios portátiles que llevaban manifestantes y las televisiones de los bares y pizzerías informaban y pasaban imágenes de la feroz carnicería que se estaba ejecutando en los alrededores del Puente Pueyrredón. La noticia, llegada de inmediato a la movilización de Pompeya, no desmoralizó a la columna que siguió avanzando hacia el puente. En esos instantes apareció un nutrido cordón de la Policía Federal y la Prefectura.
Los máximos dirigentes se acercaron a parlamentar con las “fuerzas del orden”; un Prefecto a cargo, de forma altanera, les dijo que les daba cinco minutos para desconcentrar. Cuando solo habían pasado 30 segundos y los dirigentes estaban tratando de organizar un retroceso ordenado, las fuerzas represivas comenzaron a disparar con balas de goma y a arrojar gases. La manifestación retrocedió tratando de defenderse, tirándoles piedras que se encontraban en el camino.
En las vías del tren Belgrano Sur, sobre la Avenida Sáenz, una parte muy importante de la columna se reagrupó, mientras los uniformados, no satisfechos con desalojar el puente, buscaban seguir reprimiendo e iniciar una cacería, como la que se estaba dando en el mismo momento en las calles de la ciudad de Avellaneda. En ese momento, apareció a baja velocidad una formación del ferrocarril, los manifestantes lograron que el tren quedara parado en el medio de la calle, impidiendo el avance de las fuerzas del Estado. El compañero Polo (ese era su nombre), uruguayo, dirigente del Polo de Bajo Flores, se plantó delante del tren agitando una gran bandera para bloquear con su cuerpo que el tren avanzara. Los maquinistas no solo frenaron, sino que se mostraron solidarios con la movilización piquetera. Esto permitió a los compañeros retroceder por el barrio de Patricios, para luego volver a reagruparse.
La sangre de los caídos es rebelión
La noticia del asesinato de los compañeros en Avellaneda recorría las calles. La columna del Uriburu, apoyada por un sector de la población indignada por la represión, volvió a reagruparse y permaneció cortando Avenida Sáenz hasta las 15hs. De allí partió una delegación para la conferencia de prensa que se estaba desarrollando con la denuncia de los asesinatos del Puente Pueyrredón, portando casquillos de balas y de bombas lacrimógenas con los que habíamos sido atacados. Casi todos los compañeros del Polo que participaron de la movilización, esa misma tarde noche volvieron a encontrarse en la Plaza de Mayo a pesar de la represión y de la tormenta.
Mientras tanto, el piquetero oficialista D’Elía, realizaba un enorme papelón al decir que “los piqueteros se mataban entre sí”, tratando de ocultar la actuación de la bonaerense y de salvar al gobierno que le daba de comer. Pero la resistencia piquetera y el repudio a la represión derrotaron la intentona represiva. Al día siguiente, una movilización de más de 30 mil personas reclamaba justicia en Plaza de Mayo.
El diario Clarín publicaba fotos que mostraban a Franchotti, comisario de la bonaerense, ejecutando a los compañeros. Duhalde, que horas antes se mostraba inflexible, rápidamente tuvo que echar lastre y llamar a elecciones seis meses antes del fin de su mandato.
El Polo de la Capital, que hoy muestra una enorme vitalidad, tuvo uno de sus bautismos de fuego en estas grandes gestas populares. Las cenizas ardientes del Argentinazo volvieron a prender las llamas de la rebelión, los meses siguientes fueron escenarios de grandes luchas.
https://prensaobrera.com/movimiento-piquetero/la-unidad-piquetera-vuelve-a-salir-a-la-calle