La campaña sucia contra el Polo Obrero, y el movimiento piquetero, impulsada por las patronales y sus voceros, sigue dando tela que cortar, bajo la acusación de que las organizaciones piqueteras “recaudarían compulsivamente” millones de pesos por mes. Sin embargo, el autofinanciamiento popular, resultado de aportes voluntarios y actividades especiales, va a cubrir las necesidades de los comedores barriales, que el Estado no garantiza.
En el país funcionan miles de comedores populares que son sostenidos por la organización independiente de trabajadoras y trabajadores desocupados, y que cumplen un rol de vital importancia en la actual crisis social y económica, garantizando la supervivencia de cientos de miles de familias obreras.
La asistencia alimentaria del Estado es escasa, discontinua, de poca variedad e insuficiente, e implica una decena de productos de alto valor energético y escaso aporte nutricional, los cuales, de por sí, no alcanzan para cumplir con todos los insumos necesarios para conformar un plato de comida.
Por afuera de los “alimentos secos” y productos que envía el Estado nacional, se encuentran los “alimentos frescos” imprescindibles (carnes, verduras, etc.), aceite, condimentos, leche, gas para cocinar, productos de limpieza, electricidad, agua, transporte de la mercadería, local para funcionar y un largo etcétera de variables necesarias para el funcionamiento de un comedor popular.
La lucha por sostener los comedores: cuatro ejemplos
Para ilustrar de lo que hablamos, en el Comedor Mariano Ferreyra, en José C . Paz, donde asisten unos 20 adultos y hasta 200 niños, los y las encargadas del funcionamiento deben cubrir alimentos frescos (de 8 a 11 kg) por $20.000 semanales, $2.000 de gas, $2.500 en productos de limpieza (lavandina, detergente, desinfectante, alcohol en gel, etc.).
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Para funcionar deben alquilar un local por un valor actual de $35.000, sin contar aporte alguno el Estado. La mercadería llega al comedor por medio de fletes, que están cobrando entre $15.000 y $17.000. La organización también garantiza una escuela, con el programa Fines para Primaria y Secundario.
En el barrio Unión de La Matanza, donde funciona uno de varios comedores del Polo Obrero, con 200 adultos y 100 niños que asisten regularmente, los organizadores señalan que a pesar de recibir una entrega municipal de carne deben costear el camión frigorífico, que les cuesta $28.000 quincenalmente.
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También cubren la leche, que se consumen semanalmente, por un total de $9.500; pan por $15.000; azúcar por $1.900; condimentos $1.500; gas por $300 y verduras por $2.500.
Algo similar ocurre en Lomas de Zamora, en el Barrio Esperanza, donde funciona un comedor que asiste regularmente a 100 adultos y 83 chicos. Solo alquilar el lugar para que funcione el comedor/merendero cuesta $15.000 mensuales. Otros $12.000 se gastan en cubrir el flete para acercar los alimentos desde el depósito central de Lomas de Zamora hasta el barrio, que se encuentra en la periferia del distrito.
Para complementar el alimento que se recibe desde el Estado, los y las organizadoras del comedor deben adquirir alimentos frescos (20 kilos de carne, 30 kilos de papa, 12 kilos de cebolla, etc.) por el orden de $14.000 semanales, 10 litros de aceite por $2.500 y 8 kg de azúcar por $1.200. Además, se gastan $1.700 en la recarga de gas y $2.000 en productos de limpieza, para mantener el lugar.
En la provincia de Córdoba, en el comedor de Parque La Rosa, donde participan 100 adultos y casi cincuenta chicos, funcionando tres veces a la semana, requieren de 18 kg de carne por semana por un costo de $15.000, cebolla por $2.000, cajón de tomates por alrededor de $2.500, condimentos y otras verduras por $2.500, garrafa por $750 y artículos de limpieza por $1.200. Solo $4.000 se gastan en el flete para acercar los alimentos.
Se trata de un muestreo del enorme esfuerzo que realizan miles de trabajadores y trabajadoras de los comedores populares, a pesar de los recortes del Estado y lo insuficiente de los alimentos enviados, que depende parcialmente del aporte voluntario de quienes se organizan y de otras actividades económica y financieras, debido a la insuficiencia de fondos.
Cada comedor popular es un espacio abierto para el barrio y la comunidad obrera, donde asisten no solo los beneficiarios de un programa social y sus familias, sino todo aquel que tenga una necesidad alimentaria que cubrir. De allí que el aporte voluntario sea incluso insuficiente para cubrir todas las necesidades, las cuales deberían ser garantizadas integralmente por el Estado. Sin embargo, el gobierno nacional recorta el presupuesto social y las partidas alimentarias para los comedores, y los gobiernos provinciales lo imitan.
La campaña sucia contra el Polo Obrero y el movimiento piquetero, que luchan contra el ajuste en marcha, busca desmantelar toda esta organización independiente de los trabajadores, para empujar a las y los desocupados a aceptar las condiciones de miseria salarial y precariedad laboral que ofrecen las patronales.
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